Nueva Trinchera.- El 21 de septiembre de 2001, diez días después de los ataques a las torres gemelas, fue hecha prisionera Ana Belén Montes, ex analista superior de inteligencia en la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA) de los Estados Unidos, acusada del delito de “conspiración para cometer espionaje” a favor del gobierno cubano.


Condenada en el año 2002 por “entregar a Cuba información que le permitiera conocer los planes de agresión de Estados Unidos contra la isla”, se declaró culpable de los cargos que se habían levantado contra ella, los cuales le podrían haber valido la pena de muerte, pero finalmente fue sentenciada a 25 años de prisión en octubre de ese año, luego de haber llegado a un acuerdo con la fiscalía.

Conocida en los medios como “La reina de Cuba”, Ana Belén Montes, hija de un psiquiatra militar estadounidense, nació el 28 de febrero de 1957 en Alemania, en plena Guerra Fría. Sus abuelos eran asturianos que emigraron a Cuba y Puerto Rico, país este último donde nació su padre Alberto Montes.

Ana Belén pasó los primeros años de su vida en Europa. Más tarde su padre fue trasladado a Kansas, EEUU, donde se formó en distintos colegios militares y selectos internados.

En 1979 se graduó de la Universidad de Virginia, y en 1988 obtuvo una maestría en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins.

Proviene de una familia con fuertes credenciales conservadoras y conexiones dentro de la comunidad de contrainteligencia de los EE.UU.

Su ex novio era un especialista en la inteligencia cubana para el Departamento de Defensa, su hermana (Lucy) que fue premiada por el FBI por traducir informes de inteligencia de los cinco cubanos que fueron condenados por espionaje en 2001, en Miami y su hermano (Tony) eran agentes del FBI.

Con tales antecedentes, comenzó a trabajar para la DIA, órgano de la inteligencia militar principal de Estados Unidos, como analista de información, lo que le facilitó, en 1992, un puesto en el Pentágono, donde se especializó en asuntos cubanos.

Durante su carrera, recibió gratificaciones y reconocimientos especiales a su labor, entre ellos un certificado especial que le entregó el entonces director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), George Tenet.

En el juicio sumario que se desarrolló en su contra , la valiente mujer expresó ante un tribunal federal de Washington DC, el 16 de octubre de 2002.

“Existe un proverbio italiano que quizás sea el que describe de la mejor forma en lo que yo creo: Todo el Mundo es un solo país. En ese “país mundial” el principio de amar al prójimo tanto como se ama a uno mismo resulta una guía esencial para las relaciones armoniosas entre todos nuestros “países vecinos”.

Este principio implica tolerancia y entendimiento para las diferentes formas de actuar de los otros. El establece que nosotros tratemos a otras naciones en la forma en que deseamos ser tratados, con respeto y consideración. Es un principio que, desgraciadamente, yo considero nunca hemos aplicado a Cuba.

Honorable, yo me involucré en la actividad que me ha traído ante usted porque obedecí mi conciencia más que obedecer la ley. Yo considero que la política de nuestro gobierno hacia Cuba es cruel e injusta, profundamente inamistosa, me consideré moralmente obligada de ayudar a la isla a defenderse de nuestros esfuerzos de imponer en ella nuestros valores y nuestro sistema político.

Nosotros hemos hecho gala de intolerancia y desprecio hacia Cuba durante cuatro décadas. Nosotros nunca hemos respetado el derecho de Cuba a definir su propio destino, sus propios ideales de igualdad y justicia.

Yo no entiendo cómo nosotros continuamos tratando de dictar como Cuba debe seleccionar sus líderes, quienes no deben ser sus dirigentes y que leyes son las más adecuadas para dicha nación. ¿Por qué no los dejamos decidir la forma en que desean conducir sus asuntos internos, como Estados Unidos ha estado haciendo durante más de dos siglos?

Mi mayor deseo sería ver que surja una relación amistosa entre Estados Unidos y Cuba. Espero que mi caso, en alguna manera, estimule a nuestro gobierno para que abandone su hostilidad en relación con Cuba y trabaje conjuntamente con La Habana, imbuido de un espíritu de tolerancia, respeto mutuo y entendimiento.

Hoy vemos más claro que nunca que la intolerancia y el odio –por individuos o gobiernos– lo único que disemina es dolor y sufrimiento. Yo espero que Estados Unidos desarrolle una política con Cuba fundamentada en el amor al vecino, una política que reconozca que Cuba, como cualquier otra nación quiere ser tratada con dignidad y no con desprecio”.

19 años ha pasado el prisión está valerosa mujer y los ha pasado en las más adversas condiciones humanas, junto a enfermos mentales en una cárcel de alta seguridad en una unidad militar estadounidense.

Despreciada por seres queridos, como su propia hermana, que trabaja para el FBI, Ana Belén Montes, fue operada de un cáncer de mama y del propio hospital la regresaron a prisión.

Solo puede recibir visitas, muy limitadas en el año, de su anciano padre, el hermano y una prima, está última residente en Puerto Rico, quien libera la campaña internacional por su liberación.

Ana Belén Montes, aunque sea por razones estrictamente humanitarias debía ser puesta ya en libertad.

Su condena ha sido larga y cruel y merece toda nuestra solidaridad.

#LibertadParaAnaBelenMontes